Las olas de calor en los ecosistemas marinos se han convertido en “la nueva normalidad”. La crisis climática ya no es un discurso para el futuro.
Los sucesos extremos son cada vez más frecuentes, basta con seguir las noticias. Lo peor es que muchas veces no las vemos venir y la mayoría de las ciudades no están preparadas para soportar estas olas, aunque los científicos llevan mucho tiempo advirtiendo de la necesidad de aspirar a un desarrollo sostenible para poder mitigar el cambio climático.
Los buenos ejemplos son todavía escasos, pero existen. En la COP26 se presentó una guía completa con estrategias probadas para lograr la refrigeración urbana.
Elaborada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la guía predice que la necesidad de energía para la refrigeración de los entornos se triplicará en 2050.
Además, señala como causa la combinación de la reducción de la cubierta vegetal, las propiedades térmicas de los materiales utilizados habitualmente en las superficies urbanas y el derroche de calor debido a las actividades humanas.
Más allá de señalar los problemas, el manual apunta a las soluciones aportando docenas de ejemplos y estudios de casos como inspiración para las zonas urbanas, las más susceptibles a las olas de calor.
Una mayor distribución de los espacios verdes o azules, el aumento de la ventilación, la gestión del calor residual, el arbolado de las calles, las superficies frescas y reflectantes que evitan la absorción del calor y el uso de los edificios para aumentar la sombra en las zonas públicas son algunas de las sugerencias de la guía.
Ya hemos hablado muchas veces en ecocosas de la importancia de la vegetación y de cómo los árboles pueden salvarnos, ya por no mencionar como el verde en las ciudades incluso reduce el estrés de quienes la habitan.
Algunos ejemplos de ciudades que han logrado mitigar el problema
Estados Unidos: Se calcula que los servicios de reducción del calor de la cubierta de árboles urbanos en Estados Unidos ascienden a entre 5.300 y 12.100 millones de dólares anuales. A nivel mundial, la inversión de 100 millones de dólares anuales en árboles en las calles permitiría a 77 millones de personas reducir en 1°C las temperaturas máximas en los días calurosos.
Seúl (Corea del Sur): Una iniciativa para restaurar el arroyo Cheonggyecheon, que atraviesa la ciudad, sustituyó 5,8 kilómetros de autopista elevada que cubría el arroyo por un corredor de uso mixto frente al mar. El corredor frente al mar redujo la temperatura de 3,3°C a 5,9°C en comparación con una carretera paralela situada a unas pocas manzanas.
Medellín (Colombia): se optó por los corredores verdes. De 2016 a 2019, la ciudad creó 36 corredores, 18 a lo largo de las principales carreteras y 18 a lo largo de las vías fluviales, que abarcan más de 36 hectáreas. Las zonas con corredores verdes ya han experimentado reducciones de temperatura de hasta 4°C.
París, Francia: París alberga el primer y mayor sistema de refrigeración urbana de Europa. Cuando la temperatura del agua del río Sena, que atraviesa la ciudad, es inferior a 8°C, esa agua se utiliza para proporcionar “refrigeración gratuita”.
Toronto (Canadá): El gobierno de la ciudad ha puesto en marcha el mayor sistema de refrigeración de fuentes de estanques del mundo. Puesto en marcha en 2004, el sistema de refrigeración por agua del lago profundo (DLWC) utiliza el agua fría del lago Ontario como fuente de energía renovable.
Guangzhou (China): El gobierno municipal ha adoptado la refrigeración regional centralizada como parte de un moderno centro urbano ecológico y respetuoso con el medio ambiente en la zona central del desarrollo de la Nueva Ciudad del Río Perla. La temperatura ambiente local en la zona central de la nueva ciudad de Zhujiang se ha reducido entre 2 y 3 °C en comparación con el uso de sistemas de refrigeración distribuidos.
La guía señala que las comunidades con bajos ingresos suelen ser las más vulnerables al calor. Por lo tanto, los impactos negativos del sobrecalentamiento recaerán de forma desproporcionada en aquellos que tienen menos posibilidades de permitirse o tener acceso al confort térmico necesario. “Tenemos que pasar a maneras más justas y sostenibles de refrigerar nuestras ciudades y hacerlas habitables para todos”, destaca la publicación.