Parece que los coches eléctricos ya no son solo esos vehículos extraños que veíamos en películas de ciencia ficción. Hoy son una realidad en nuestras carreteras, y no, no son solo para ir de casa al supermercado. ¿Que si son útiles para viajes largos? Claro que sí, y aquí te contamos por qué, con datos y sin el discurso de «salvar el planeta» que tanto cansa (aunque, bueno, también ayuda).
En este artículo haremos un repaso de mitos y realidades para auxiliar a quienes están estudiando la opción de comprar coches eléctricos.

Ahorrar en gasolina sin volverse un experto en matemáticas
¿Sabes cuánto cuesta llenar el depósito de un coche de combustión hoy en día? Casi da para pedir un crédito. En cambio, con un eléctrico, la electricidad es considerablemente más barata, y si tienes paneles solares en casa, hasta puedes sentirte un poco como un mago generando tu propia energía. Eso sí, si piensas cargarlo siempre en electrolineras de postín, mejor no mires la factura.
Además, los motores eléctricos son tan eficientes que hasta dan pena los pobres motores de combustión, desperdiciando energía en calor y ruido como si no hubiera un mañana.
Menos humo y más orgullo eco-friendly (a medias)
Es cierto: un coche eléctrico no escupe humo por el tubo de escape (porque no tiene). Perfecto para entrar en las zonas de bajas emisiones sin que te miren mal. Eso sí, que no te pregunte nadie de dónde viene la electricidad que usas, porque si la respuesta es «de una central de carbón», la cosa se pone un poco incómoda. Pero bueno, en España cada vez hay más energía renovable, así que podemos fingir que somos verdes sin remordimientos.
Silencio, suavidad y tecnología que parece de nave espacial
Si lo tuyo es el rugido de un motor, el coche eléctrico no es para ti. Aquí el sonido más emocionante es el del aire acondicionado. Pero en serio, la conducción es tan suave que hasta parece que flotas (o eso dicen los que han probado uno). Y en cuanto a tecnología, muchos modelos vienen con tantas pantallas y asistentes que casi da pereza conducir. ¿GPS integrado? Sí. ¿Actualizaciones por wifi? También. ¿Que se estropea algo? Pues a esperar a que Tesla (o quien sea) te mande un parche.
«Pero si no hay donde cargarlo» (y otros mitos del siglo pasado)
Sí, hace unos años, encontrar un cargador era como buscar una aguja en un pajar. Sin embargo, hoy, hasta en pueblos perdidos de la España vaciada hay algún enchufe decente. Eso no quita que planificar un viaje largo requiera un poco más de estrategia que con un diésel, pero vamos, tampoco es como preparar una expedición al Amazonas.
Algunas cosas que ayudan:
- Cargadores rápidos: En el tiempo en que tardas en tomar un café y cuestionar tus decisiones de vida, ya tienes batería para seguir.
- Apps de carga: Para encontrar electrolineras sin perder la cordura dando vueltas.
- Recarga nocturna: Si tienes garaje, puedes cargarlo por la noche y despertarte con la batería llena y la conciencia tranquila (y el bolsillo también).
¿Y qué pasa con la autonomía? (El eterno debate)
Ah, la gran pregunta: «¿Pero no se quedará tirado en medio de la autovía?». Pues no, o al menos no más que un coche de combustión que se olvidó de repostar. Los eléctricos actuales ya ofrecen autonomías de 400 km o más, suficiente para ir de Madrid a Valencia sin sudar (a menos que lleves el aire acondicionado a tope, claro).
Eso sí, si tu plan es cruzar España de punta a punta en un día, tendrás que hacer alguna parada estratégica. Pero vamos, tampoco es el fin del mundo: estirar las piernas, tomar un café y dejar que el coche recargue un poco no le ha sentado mal a nadie. Además, ¿acaso no haces lo mismo con un coche normal? La única diferencia es que en lugar de oler a gasolina, estarás en un área de servicio con wifi y, con suerte, un buen bocadillo.
Mantenimiento: Adiós a las visitas al taller (o casi)
Aquí viene otra ventaja jugosa: los coches eléctricos tienen menos piezas móviles que uno de combustión. ¿Traducción? Menos cosas que se rompen. Olvídate de cambios de aceite, correas de distribución o filtros que parecen sacados de un taller medieval. Básicamente, el mantenimiento se reduce a revisar los neumáticos, los frenos (que duran más porque la frenada regenerativa hace gran parte del trabajo) y poco más.
Eso sí, si la batería decide decir adiós antes de tiempo, prepárate para un susto económico. Pero tranquilo, la mayoría de fabricantes dan garantías largas, así que puedes dormir relativamente tranquilo.
El tema de las ayudas y subvenciones (el dinero público manda)
Aquí es donde el asunto se pone interesante. El gobierno (y algunas comunidades autónomas) suelen echar una mano con subvenciones para la compra de coches eléctricos. Es como si te dijeran: «Toma, por ser tan eco-friendly». Eso sí, los trámites pueden ser más lentos que un cargador de 1980, pero si tienes paciencia, el ahorro puede ser considerable.
Además, en muchas ciudades los eléctricos disfrutan de ventajas como:
- Aparcamiento gratuito en zonas reguladas (adiós al parquímetro que siempre se traga tus monedas).
- Acceso libre a zonas de bajas emisiones (mientras los demás dan vueltas como tontos buscando dónde dejar el coche).
- Peajes y autopistas con descuentos (porque ahorrar dinero nunca está de más).
Entonces, ¿es el momento de pasarse al eléctrico?
Depende. Si haces muchos kilómetros al año, tienes dónde cargarlo con comodidad y no te asusta un cambio de hábitos, la respuesta es un rotundo «sí». Pero si vives en un cuarto piso sin garaje y tu viaje más largo es ir al pueblo en Navidad, quizá aún puedas esperar un poco (o plantearte un híbrido, que tampoco es pecado).
Lo que está claro es que la tendencia es imparable: las gasolineras empiezan a tener más enchufes que surtidores, las marcas apuestan fuerte por lo eléctrico y, dentro de unos años, conducir un coche de combustión podría ser tan raro como llevar un walkman. Así que, ¿por qué no adelantarse al futuro? Eso sí, si al final te decides por uno, que no se te olvide presumir de él en las reuniones familiares. Al fin y al cabo, hay que sacarle partido a eso de ser «el moderno» de la familia.