Un Granjero de Colorado (E.E.U.U.) entró en una cueva en busca de un ganado extraviado y se topó con un tesoro increíble.
Al principio pensó que era solo una peculiar roca redonda, pero pronto se dio cuenta de que era una hermosa y antigua olla de barro hecha por los cherokees antiguos habitantes de esa zona.
Sabía que era un artefacto especial y lo exhibió con orgullo en su casa durante décadas (desde principios de los años 70), pero no fue hasta hace poco que su familia supo lo especial que era.
La familia del granjero, que pidió el anonimato, puso a la venta la rara olla antigua en 2015, y otro granjero/coleccionista de artefactos de Colorado llamado Steve Campbell aprovechó la oportunidad para comprarla.
Aunque la tapa de la olla de 10 pulgadas estaba sellada con resina de pino, Campbell descubrió algo a través de una pequeña grieta en el fondo de la olla.
Abrió el agujero lo suficiente como para sacar un poco del tesoro dorado: 2,5 kilos de una variedad de maíz originario perdida hace mucho tiempo y con 1000 años de antigüedad.
«Los granos de maíz están en un estado casi perfecto. Sin humedad, sin sol, y sellados en esa olla durante 1.000 años, el maíz tiene un aspecto increíble»,
dijo Campbell a AgWeb. (https://www.agweb.com/news/crops/corn/pot-gold-ranchers-stunning-indian-artifact-find-brings-past-alive)
El maíz autóctono tiene un gen que le permite fijar el nitrógeno del aire, eliminando la necesidad de fertilizantes sintéticos.
Campbell donó muestras de maíz a varias universidades, donde los científicos están interesados en la capacidad de esta variedad para fijar el nitrógeno de la atmósfera, lo que hace que dicho maíz no necesite fertilizantes sintéticos para su crecimiento.
Es un rasgo genético perdido que sería increíble si se pudiese introducir en las variedades modernas.
Los científicos quieren saber cómo cultivaban este maíz en particular y si ahora se puede recuperar, dice Campbell, cuya abuela era cherokee de pura cepa.
«Probablemente vivían bajo esa zona de salientes», dice Campbell refiriéndose a la cueva donde se encontró la maceta.
«Si un arqueólogo excava ese saliente, encontrará restos de casas. Esa olla se colocó allí y se empaquetó con 2,5 kilos de maíz como fuente de alimento, quizá si algo iba mal en la cosecha del año siguiente. Era un excedente y dependían de él. Algo les pasó a esos indios y no pudieron regresar».
Y así es como un descubrimiento arqueológico puede significar la vuelta a la vida de una variedad perdida y un maíz más fácil de cultivar hoy día y con características maravillosas.